miércoles, 21 de mayo de 2014

Sherezade

La princesa Sherezade alcanzó fama universal merced a las historias que le contó, según esa maravilla árabe encuadernada en formato de libro, al Rey Shahriar. Sencillito y por las trilladas piedras de la exégesis, retomaremos aquello de que con cada relato, la hija del visir ganaba un día más de vida entreteniendo a la muerte. Un ejercicio no de cura al mal que la aquejaba (el hado maléfico y sangriento del rey), sino de vano placebo coyuntural: la pingüe concesión que le otorgaba la existencia le servía casi exclusivamente para pergeñar un nuevo relato y de ese modo, ganar un nuevo día... para enhebrar un nuevo relato, y así. Una recurrencia sistémica a la invención, como exclusiva salida a su drama. Pero parcial, porque aquello que se aleja de la verdad, no puede aspirar a obtener carácter universal.
Nuestra realidad política parece traernos ecos patéticos de aquellos cuentos formidables y anónimos. Solo que no hay reyes ni princesas, hay una cada vez menos licenciosa corporación mediática con intenciones de mantener su "reinado"; y un gobierno nacional y popular (que no será el mejor que podemos tener, pero acaso es el mejor que hemos tenido) con ganas de extender los dominios de la democracia.
El paralelismo (aviso a la gilada -que cada vez abunda menos, por suerte- que soy tan poco afortunado en la inspiración que tengo que recurrir a los paralelismos  últimamente, de modo que no me lo hagan saber: YA LO SÉ) se da de un modo bastante forzado, pero creo que se da y trataré de explicarlo.
Clarín (lo que esa bosta representa, claro) se hubo jactado siempre que no había gobierno que soportara una semana de tapas en su contra. En esa aseveración había, claro, algo de cierto; porque en tanto dueños de la palabra podían con ella voltear a quienes carecían de ella. Lo hicieron, por supuesto, hasta con la dictadura genocida (remitirse a los diarios del día siguiente de la rendición en Malvinas, y encontrarán que en TAPA Clarín le enrostra los desaparecidos al gobierno, intentando pasar de cómplice a denunciante).
Y, fundamentalmente, lo han hecho CONTRA Cristina. Cada día han inventado una historia para embaucar a sus lectores (ya no sé si son embaucados o cómplices). No obstante, la falta de arte en ellos (superlativa en Sherezade) puesta frente a la inexorable realidad, les ha ido quitando aliento. Peor aún, han superado por escándalo (perdón Pino, por utilizar tu estúpido latiguillo) la cantidad prometida en el título del famoso libro: son más de 1001 tapas en contra. Pero, lamentablemente para Clarín, ya no consigue con eso entretener a la verdad. Entretener, es decir tener entre. ¿Entre qué? Entre mentiras, las que ha multiplicado en todos los medios de que dispone. Otra vez, lo que se aleja de la verdad no puede aspirar a convertirse en categoría universal. Han intentado desviar, divertir a sus contertulios (entre otras acepciones, “divertir” quiere decir verter por lugares distintos, algo así como desdoblar, hacer ir por otro lado), manipular… y hasta hoy no han podido más que con la pobre minoría estadística que los sigue. Cada día se ven constreñidos por la necesidad de elaborar una nueva mentira para ganar un nuevo día…, para utilizarlo en la elaboración de una nueva mentira, y así.
Pero al igual que Sherezade, extienden la agonía. Lo que los hace peligrosos, es que no hacen literatura. Hacen política por todos los medios de que disponen (y pueden acceder a CUALQUIER medio si quieren) para defender sus intereses y los de la minoría que representan.
El anuncio reeleccionista de hoy, los enfrenta descarnadamente a sus propias dificultades. Los acorrala, y habremos de estar atentos porque las fieras acorraladas se tornan más peligrosas.
Afectuosamente
MAG.

30 Años de Democracia


El largo aliento de los 30 años transcurridos desde el 10 de diciembre de 1983, se presenta como un obstáculo difícil de dejar de lado al momento de reseñar aunque sea lacunarmente los momentos que han signado, para bien o mal, el decurso democrático. El “Nunca Más” en tanto piedra de toque político moral frente a la larga y horrenda noche de la dictadura cívico, militar, eclesiástica; el Juicio a las Juntas; Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; la emergencia de múltiples voces multiplicadas a su vez en centenares de libros que llegaban para dar cuenta de las atrocidades del gobierno de facto; la lenta recomposición de la política como herramienta fundamental; el desembarco del neoliberalismo que en un personaje ajeno a todo escrúpulo, Carlos Saúl Menem, encontró la posibilidad de alzarse con la primera magistratura nacional, y con ello instalarse como único discurso posible de hacerse oír; el desplazamiento de millones de argentinos a posiciones marginales en el ingreso nacional, con su correlato de enriquecimiento inaudito para la minoría dominante; la matriz modernista y al mismo tiempo reaccionaria que implementaba avances tecnológicos con la imposibilidad de acceso a los mismos a las grandes mayorías; el gobierno de la Alianza que imposibilitado desde su propia epísteme, no podía ver que la profundización del modelo legado por Menem lo acorralaba hasta llevarlo a su crisis terminal; la masacre de 39 manifestantes en los días 19 y 20 de diciembre; la sucesión de presidentes sin legitimidad y la llegada a la Casa Rosada de un flaco desgarbado que venía del sur. Y del sur un viento de cambio que puso sosiego a los inenarrables dolores de las clases populares. Y así como el lento levantamiento de los pueblos coloniales comenzó a marcar el fin de un tipo de imperialismo en el siglo XIX; en el siglo XXI la llegada de Néstor Kirchner alentó la paulatina incorporación de nuevos actores a la discusión por el “modelo” de país que la hora indicaba como necesario, y eso a su vez puso en violento alerta a quienes comenzaron a perder privilegios. El hombre que prometía no dejar sus principios en la puerta de la Casa de Gobierno, los puso sobre la mesa, en el centro de la agenda pública. Se cumplían 20 años de democracia, y el concepto por fin comenzaba a llenarse de contenido real, no meramente enunciativo, nominal y vacuo.
El pasado inmediato y mediato, adquirió con Néstor Kirchner otro estatus, dejó de ser ese lastre innecesario que los adoradores de lo dado y el presente continuo desestimaban por pisado, para convertirse en el rescoldo de un fuego que conservaba los rasgos centrales de nuestra identidad, nuestra memoria y nuestros sueños de un país justo, libre y soberano.
A los planteos racionalistas de base puramente económica le aparecieron contrincantes ocultados y/o escamoteados de la historiografía que circulaba en los vectorizados intereses de los medios de comunicación y ciertas academias: Hegel y Jauretche. El primero diciendo a principios del siglo XIX que “nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión”; el segundo en el siglo XX sosteniendo que “nada grande se puede hacer con la tristeza”.  Y vaya si el Flaco llegó con una gran pasión y alegría. Y contagió a millones inmediatamente, el mismo 25 de mayo de 2003, en su discurso de asunción cuando dijo: "No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo. Soñé toda mi vida que éste, nuestro país, se podía cambiar para bien. Llegamos sin rencores, pero con memoria. Memoria no sólo de los errores y horrores del otro, sino también es memoria sobre nuestras propias equivocaciones. Memoria sin rencor que es aprendizaje político, balance histórico y desafío actual de gestión”.
Por vez primera, en dos décadas de ejercicio formalmente democrático, un presidente hablaba de un modo distinto, profundo y ancho. Lo que generó que la devolución del pueblo fuera inmediata, de la escueta legitimidad que le había proporcionado el caudal de votos por los cuales llegó a la presidencia, pasó a cosechar adhesiones que superaban el 60 por ciento en todos los registros. Y con ese apoyo se lanzó a darle carácter empírico e institucional a las ideas que traía para cambiar, como cambió, para bien el curso de nuestra historia. Una somera enumeración –de la que querríamos escapar por conocida pero no podemos por necesaria– nos pone frente a una verdadera revolución en el exacto contenido de la palabra: la política de Derechos Humanos, implementada con todas las garantías fronteras adentro; explicada con detallada perfección dentro y fuera, fue el primer indicador del gran cambio. En su discurso en Naciones Unidas en septiembre de  2004 diría: "Nuestra política de derechos humanos se ubica en uno de los puntos nodales para la solución de lo que son nuestros males y tiene que ver con una propuesta de avanzar en una sociedad respetuosa de la  Constitución y las leyes. Sin impunidad de ningún tipo en la que la democracia, la seguridad jurídica, la equidad social se reconozcan como mutuamente dependientes”.
La democratización de la Corte Suprema de Justicia correría paralelo a estos nuevos y ansiados vientos de reparación y justicia que desde 1976 se esperaban. Y esa misma y cálida corriente de aire nuevo pasó por el peor símbolo de la Dictadura, la ESMA, donde Néstor fue a desbaratar la ignominia con forma de cuadros. 
Y con el mismo afán, el de ampliar derechos, modificó tras varias décadas que parecieron siglos el rumbo de la política económica poniendo el eje en la producción nacional y el consecuente trabajo argentino. Esa nueva mirada impactó también con los organismos multilaterales de crédito, que hasta no hacía mucho diseñaban no sólo las estrategias del banco central y la cartera económica sino hasta los planes de estudio. Vivir con lo nuestro, título de un buen libro de Aldo Ferrer, pasó por la valiente acción de Néstor en vivir por lo nuestro. En defensa de lo nuestro.
La profundización de la mirada sobre lo argentino, lo nuestro, se extendió a Latinoamérica. Baste como ejemplo la Cumbre de Las Américas desarrollada en Mar del Plata en 2005, donde Néstor con su estilo directo sostuvo: "Un acuerdo no puede ser un camino de una sola vía de prosperidad en una sola dirección. No puede resultar de una imposición en base a las relativas posiciones de fuerza. En el ejercicio responsable del liderazgo de los EEUU, debe considerar que las políticas que se aplicaron no solo provocaron miseria y pobreza una gran tragedia social, sino que agregaron inestabilidad institucional y regional que provocaron la caída de gobiernos democráticamente elegidos."
El pueblo de la América Grande volvía a la Historia, y lo hacía de la mano de gobiernos como el de Néstor, Lula, Chávez…
El pueblo en Argentina, las grandes masas marginadas por los gobiernos que habían precedido al de Néstor, también retomaba su lugar en la Historia. Y no era retórica ni mucho menos, era la posibilidad de volver a tener voz, a ser contemplados en las políticas públicas, a dejar el desértico ser en sí a donde habían sido violentamente empujados para recobrar el ser para sí y el ser para otros. El gobierno, por fin tras décadas, al colocarlos en el centro de su acción, les devolvía la subjetividad y al mismo tiempo el carácter colectivo y de clase que les habían sido robados a sangre y fuego primero, y a tinta y mentira después durante los casi 30 años transcurridos desde 1976.
La llegada de Cristina obró como garante de la continuidad y profundización de la revolución en marcha. Va de suyo que si bien se había logrado muchísimo, el sector al que nominaremos como adepto a la “restauración conservadora” aguardaba apoltronado en su dinero y poder mediático. Su momento. Le llegaría en 2008 con la resolución 125, que operó como excusa y desató en desproporcionada reacción un lock out patronal pocas veces visto que literalmente paró al país, y la paradojal puesta en escena de quien había sido elegido vicepresidente de Cristina con su famoso y lamentable voto “no positivo”. La cobardía, ese asunto de los hombres, no de los amantes, canta Silvio Rodríguez y nada describe mejor. No obstante la fortaleza de espíritu de Cristina Fernández, y la batería de innovadoras propuestas a disposición, volvieron a poner el destino de las agendas (la Pública y la sistémica) en manos del gobierno. La reestatización de Aerolíneas Argentinas, por poner un ejemplo, cifra claramente lo que se argumenta aquí. A los pregoneros de la restauración conservadora, el envalentonamiento les llegaría hasta las elecciones del 2009, donde obtendrían un pingüe triunfo que duraría lo que la voluntad de tenerlo en tapa a los grandes medios de presión periodística, duró.  
La muerte de Néstor Kirchner fue el golpe más duro y artero que sufrió el campo popular en esta década ganada. Y al mismo tiempo, también fue y no caben dudas, la ratificación de escribir, como quería Nietzsche, lo que se ama con la propia sangre, y vaya si Néstor puso su sangre en la historia de los últimos años en la argentina que contribuyó a escribir.

El “decisionismo” de Cristina
Frente al mismo concepto, elaborado por Ricardo Forster, se abalanzan dos miradas diametralmente opuestas, las que se corresponden naturalmente con el modo opuesto en que cada sector ve el país. 23, 46, 54, no son números caprichosos, son la ratificación del apoyo que la ciudadanía fue otorgándole ascendentemente al kirchnerismo. Por eso no debiera extrañar que tome decisiones, y que esas decisiones profundicen el rumbo. Si por lo realizado, cada vez se obtiene mayor apoyo electoral en elecciones presidenciales, no hay o no puede haber otro camino que el de hacer más y mejor de lo hecho. Así ha hecho Cristina: tras el lock out sojero patronal, Ley de medios Audiovisuales para democratizar la expresión periodística ampliándola (a la fecha más de 100.000 puestos de trabajo se han generado desde su promulgación en octubre de 2009); en noviembre del mismo año la Asignación por Hijo. Antes, claro, y para no dejar de nombrar esta decisión trascendental, la reestatización del sistema jubilatorio prácticamente cooptado en su totalidad por las degradantes AFJP.
Y, tal como lo había dicho Néstor en su momento, no se lo perdonaron. Néstor aseguraba que a su gobierno las grandes corporaciones y los grandes medios de comunicación no le perdonaban los aciertos, del mismo modo que habían aplaudido los “errores” de los gobiernos anteriores a él. Y uno de los mayores lo fue el festejo por el Bicentenario, luz que vio con potencia de adelantado Cristina, y que sirvió para encauzar a favor de las mayorías un momento en la permanente batalla cultural.
Tampoco, claro, la corporación mediática le perdonó a Cristina la distribución de netboock en los colegios públicos. Primero sancionando desde una calidad moral que no tienen, el “atraso” que en el tema tenía Argentina respecto de Uruguay. Luego, cuando nuestro país superó por millones la cantidad de aparatos entregados a nuestros vecinos allende el Río de La Plata, cuestionando el “uso” que los beneficiarios del gigantesco y maravilloso plan de distribución de posibilidades tecnológicas hacían de las PC portátiles. Faltó que sugirieran que le sacaban el parquet para comerse unos choripanes.
Lo mismo sucedió con la reestatización de YPF. Para los nacidos en los años 90, era nada más que un acrónimo que oficiaba de sponsor en los grandes medios de presión periodística, o la marca de una estación de servicio. Para los que hemos vivido algo más era la sigla que daba cuenta de nuestros Yacimientos Petrolíferos Fiscales, símbolo de la capacidad innegable de producir una buena parte de la energía que motoriza el desarrollo y el crecimiento.
Como toda evocación de largo o mediano plazo, esta que hacemos en estas pocas líneas bordea los peligrosos caminos de la saturación. Y también, claro, los de la extrema síntesis que deje fuera mojones importantes.
Lo cierto es que estamos transitando el período más largo en la historia argentina de sucesión absolutamente democrática y ese es un dato no menor. Y un tercio de ese tiempo transcurrido es, para quien suscribe, el mejor tiempo vivido y uno de los dos mejores de toda la historia del país. Menuda empresa para darle trazo, aunque sea grueso, en un puñado de páginas. Sirvan estos párrafos como excusa y disculpa por lo dejado en descuido.
El 10 de diciembre no será una fecha más en el ya viejo calendario de la celebración de los Derechos Humanos que en 1948 comenzó en París. Será también el momento en que se cumplan tres décadas de la asunción de Raúl Ricardo Alfonsín a la presidencia tras la larga y oscura noche de horror de la dictadura genocida; los diez años del inicio del gobierno de Néstor Kirchner; un nuevo aniversario de la muerte de uno de los personajes más aberrantes de la historia reciente, Augusto Pinochet, símbolo exactamente contrario a cuanto se enumera y festeja en las palabras vertidas aquí, y los seis años de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Que se han cometido errores, no hay dudas. Tampoco las hay de que se intentan corregir. Pero menos dudas hay de que vamos por más, porque  se ha hecho mucho pero no todo. Es la deuda que tenemos con la sangre de Néstor, y con los que todavía esperan por la inclusión. Y, claro, también porque agazapados detrás de los grandes medios de comunicación, las bayonetas modernas para el asalto al poder, se encuentran los que quieren restaurar todos los privilegios que han ido perdiendo en favor de las mayorías.

¡Es la lucha de ayer, de hoy y de mañana. Ni un paso atrás!

Miguel Ángel Gargiulo

martes, 1 de abril de 2008

OPINIÓN PÚBLICA Y OPINIÓN PUBLICADA

Una trompada por un muerto

En Laboulaye, Córdoba, un señor falleció un hombre que iba en una ambulancia a la cual un piquete le había cerrado el paso. No se vio por la tele, y muy pocos medios se hicieron eco de la noticia. La trompada de D´Elía, filmada, fue multiplicada por millones. Una cuenta inicial, arroja como resultado que da más bronca una trompada que un muerto. No escuché a muchos indignarse por el fallecido cordobés. Si, en cambio, escuché la altisonante indignación por la actitud del piquetero. Más vale no especular con hacer cuentas invertidas, porque me temo que la respuesta de los medios de comunicación y de los “indignados” ya la sabemos todos.

Te chumbo el perro

Un señor al que, como hubiese dicho Alfonsín, “no le va tan mal”, mientras la presidenta hablaba el jueves pasado golpeaba con dos dedos sus hombros, aludiendo claramente a jinetas o charreteras. Aludía a los militares. Daba un mensaje golpista, claro. Y cobarde. Decía sin palabras que este conflicto encuentra solución en el uso de las armas… que en representación de él usa otro. Él, y muchos de los que se sirvieron de los golpes de Estado, no se ensucian las manos empuñando armas. Mandan a otros. Chumban el perro, y el perro durante todo el siglo XX fue, cuan can de Pavlov ante el tañir de la campanita de los acomodados. No sabemos (por ahora) si, en efecto, detrás de esta movida había la intención de dar un golpe de Estado. Sí, está claro, que querían desestabilizar a Cristina Fernández.

“¿A dónde va el dinero de las retenciones?”

Es maravilloso que, por fin, haya ciudadanos que se preocupan por el dinero que recauda el Estado. Por este “problema” de ser memoriosos que tenemos, no nos maravilla recordar que a NINGUNO de los que levantan la voz se le escuchó cuestionar ni en susurros a dónde iba y va el dinero que pagamos por una deuda externa hecha durante el genocidio y hasta hoy… por la mayoría de ellos mismos; a dónde fue el dinero de las privatizaciones en la época del forajido de Anillaco; a dónde recaló el dinero que salió de la Banelco del gobierno delarruista. La memoria selecciona, es verdad, pero parece que algunos la tienen extremadamente selecta.

Cuando el gobierno de Kirchner quitó la soga al cuello a 40 mil productores agropecuarios, casi fundidos por las políticas neoliberales del menemato, la crisis de De La Rúa y la devaluación de Duhalde, a nadie se le dio por preguntar de dónde venía el dinero para el salvataje; cuando las pocas y privilegiadas empresas exportadoras Bunge, Cargill, Dreyfus, Alfred Toepfer, Monsanto, Nidera... publican sus ganancias exorbitantes y ofensivas, a nadie se le ocurre preguntar hacia qué bolsillos se rumbean.

De cita en cita

Alfredo Zaiat (Página /12) cita a Julio Sevares (Clarín), y nosotros citamos a ambos para agregar un elemento más a la hiperventilada discusión (con mucha consigna y poco argumento) del conflicto campo-gobierno: “Un reciente trabajo de la Cepal da un golpe al narcisismo del campo, que se considera el artífice del crecimiento argentino y de la salvación poscrisis. Según el trabajo “Crisis, recuperación y nuevos dilemas: la economía argentina 2002-2007”, la contribución al crecimiento del PBI fue del 22,6 por ciento en la industria, 17,1 por ciento en el comercio y sólo 3,5 por ciento en el campo en ese período”.

Albañiles y pintores

Un albañil, con el que por ese azar de las coincidencias enhebramos una charla de cola de supermercado nos dijo: “cuando llueve mucho, y los campos se inundan, el sector agropecuario encuentra respaldo por parte del Estado: emergencia o desastre agropecuario desde el punto de vista impositivo, corrimiento de vencimientos en bancos oficiales. Cuando llueve, si sos albañil o pintor, no podés trabajar. Ni el que te contrató, ni el Estrado ni los bancos, ni Dios te dan una mano. Si llueve seguido, comés salteado.

Minoría

Destino que le llaman. Estuvimos en minoría durante la dictadura militar; también nos encontramos en esa condición después de la teoría de los dos demonios de Sábato-Trócolo-Alfonsín; en el mismo lugar nos hallamos cuando aquella Semana Santa de pascuas felices y casa en orden; más solos todavía durante el despojo brutal del menemato que además de rematar al peor postor los bienes que generaciones de argentinos habían producido, instaló una dinámica de la corrupción jamás vista. Y nos sentimos en minoría hoy que acompañamos una medida de gobierno que nos resulta acertada. Algo cambió y algo permanece igual en este derrotero nuestro: esta vez acompañamos, por primera vez, al oficialismo en una política específica. El sector con el cual no estamos en absoluto de acuerdo, es el mismo: los privilegiados de siempre que no quieren ceder ni un céntimo de sus privilegios. Y aquí, se hace necesario distinguir entre los grandes terratenientes, que de ellos hablamos, y los medianos y pequeños productores. No podemos negarle razón a estos últimos, puesto que históricamente no han sido muy tenidos en cuenta por las políticas públicas, y ejemplos concretos son la creciente concentración del campo en pocas manos, y la ausencia de créditos.

Martín Miguel de Guemes


MARTIN MIGUEL DE GUEMES
8 de febrero de 1785 - 17 de junio de 1821
 

“Por estar a vuestro lado me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que ustedes defiendan su propia libertad dando la vida por la Patria. Y los odian a ustedes, porque, los ven resueltos a no ser más humillados y esclavizados por ellos. Todos somos libres, tenemos iguales derechos, como hijos de la misma Patria que hemos arrancado del yugo español. ¡Soldados de la Patria, ha llegado el momento de que sean libres y de que caigan para siempre vuestros opresores!”

 
Un nuevo aniversario de la muerte de Güemes, impone el agradable deber de volver a revisar su vida de entrega a la causa nacional. Con mayores razones de nuestra parte en tanto una multiplicidad de factores encarnados por él han sido reeditados, poniendo a salvo las obvias diferencias de época, en esta década ganada.
Martín Miguel de Güemes vivió y murió joven. Su historia, paralela a los albores fundacionales, ofrece por donde se la observe pura intensidad. De exacta coherencia con los tiempos de gesta libertaria que se viviera en todo el continente.
De padre español y madre jujeña, recibió la educación que un niño de familia acomodada podía recibir. A los 14 años, tras haber aprendido además los rudimentos del trabajo de los campesinos, se enroló en el Regimiento Fijo de Infantería. Como numerario de ese cuerpo, en 1805 debió partir a Buenos Aires. La ciudad portuaria movilizaba hacia su territorio a todas las fuerzas disponibles ante las inquietantes informaciones que circulaban acerca de posibles invasiones por parte del imperio inglés. En 1806, consumada la primera invasión, el joven soldado salteño participaría de la reconquista de la ciudad. Un año después de aquellos primeros fogueos, Güemes protagonizaría una acción que alcanzaría ribetes de inaudita hazaña: al frente de una partida de caballería abordaría un buque inglés que había encallado en aguas del Río de la Plata. Con poco más de 20 años, el soldado mostraba además de valentía, sentido de la oportunidad y compromiso con la causa, valores que se profundizarían durante los tres lustros siguientes.
Tras los históricos episodios de Mayo de 1810,  ya incorporado al Ejército del Norte, sus dotes de hombre hábil para el manejo de otros hombres y de situaciones complejas, le valieron para quedar al frente de un escuadrón en la Quebrada de Humahuaca. Al desarrollarse la Batalla de Suipacha, en noviembre, él y sus hombres tuvieron participación decisiva. Fue triunfo, aunque no sirvió para consolidar la presencia de las fuerzas patrióticas en la zona. Sobrevinieron tiempos aciagos para los heroicos pioneros, aún así y por virtudes propias la foja de Güemes siguió engrosándose de halagos. El atrevido joven, llegaba en pocos años al grado de teniente coronel, y con ese cargo regresaba a su norte natal, a las órdenes de José de San Martín.
La guerra de posiciones, clásica entonces, en 1813 resultaba desfavorable para los ejércitos revolucionarios, inferiores en recursos tecnológicos y armamentos. Por esa razón Güemes incorporó una nueva táctica que consistía en ataques sorpresivos, movimientos rápidos, y escamoteo permanente de presencia. La cuestión pasaba por golpear, aún en pequeña escala, sin ser golpeado porque la sumatoria de esas acciones indicaba desgaste al enemigo y confianza a la tropa propia. Incluso de estas guerrillas participaba el pueblo profundo, gestando una situación de valiente resistencia a los ultrajes que se sucedían por parte de los invasores y sus socios de la oligarquía vernácula. La Guerra Gaucha, no fue sólo necesidad histórica; fue también la síntesis que reunió los mejores atributos de un hombre como pocos; de un independentista que al frente de tropas mal equipadas y con cierto desdén por la disciplina supo ganarse el amor del pueblo que luchó junto a él. El mismo pueblo que lo acompañó a tomar la gobernación, frente a la resistencia de la clase dominante norteña que pretendía eternizar sus privilegios. Los mismos hombres y mujeres de las entrañas del pueblo que durante los seis años de ejercicio de gobierno se mantuvieron fieles ante quien consideraban el protector de los pobres. No podían hacer menos de cara al hombre que les había marcado el camino de plena redención.
Su muerte, producto de la miseria antipatria de la oligarquía, generó tristeza y dolor entre el pobrerío y el gauchaje porque lo sentían parte de ellos. Las multitudes doloridas, en esa pertenencia resumían el sentimiento mayor de ser parte de un colectivo emancipador que en Güemes encontraba canal y representación. Su vida, a despecho de la historiografía liberal auspiciada por Mitre y lo que ese apellido representa, se evoca y reivindica como símbolo de actitud y compromiso libertario.
Hay entre aquellos hechos y el presente una serie de puntos de contacto y líneas concordantes, legados de luchas colectivas que se han honrado y profundizado con la llegada de Néstor Kirchner y la continuidad de la presidenta Cristina Fernández. La clase oligárquica mantiene su mismo cariz elitista, extranjerizante y egoísta; el pueblo, poseedor genuino de banderas emancipadoras que no se han arriado jamás, resignificado y redignificado por una década de logros, encuentra expresión en la figura histórica de Güemes y en el bello presente que nos garantiza Cristina.
MAG