martes, 1 de abril de 2008

OPINIÓN PÚBLICA Y OPINIÓN PUBLICADA

Una trompada por un muerto

En Laboulaye, Córdoba, un señor falleció un hombre que iba en una ambulancia a la cual un piquete le había cerrado el paso. No se vio por la tele, y muy pocos medios se hicieron eco de la noticia. La trompada de D´Elía, filmada, fue multiplicada por millones. Una cuenta inicial, arroja como resultado que da más bronca una trompada que un muerto. No escuché a muchos indignarse por el fallecido cordobés. Si, en cambio, escuché la altisonante indignación por la actitud del piquetero. Más vale no especular con hacer cuentas invertidas, porque me temo que la respuesta de los medios de comunicación y de los “indignados” ya la sabemos todos.

Te chumbo el perro

Un señor al que, como hubiese dicho Alfonsín, “no le va tan mal”, mientras la presidenta hablaba el jueves pasado golpeaba con dos dedos sus hombros, aludiendo claramente a jinetas o charreteras. Aludía a los militares. Daba un mensaje golpista, claro. Y cobarde. Decía sin palabras que este conflicto encuentra solución en el uso de las armas… que en representación de él usa otro. Él, y muchos de los que se sirvieron de los golpes de Estado, no se ensucian las manos empuñando armas. Mandan a otros. Chumban el perro, y el perro durante todo el siglo XX fue, cuan can de Pavlov ante el tañir de la campanita de los acomodados. No sabemos (por ahora) si, en efecto, detrás de esta movida había la intención de dar un golpe de Estado. Sí, está claro, que querían desestabilizar a Cristina Fernández.

“¿A dónde va el dinero de las retenciones?”

Es maravilloso que, por fin, haya ciudadanos que se preocupan por el dinero que recauda el Estado. Por este “problema” de ser memoriosos que tenemos, no nos maravilla recordar que a NINGUNO de los que levantan la voz se le escuchó cuestionar ni en susurros a dónde iba y va el dinero que pagamos por una deuda externa hecha durante el genocidio y hasta hoy… por la mayoría de ellos mismos; a dónde fue el dinero de las privatizaciones en la época del forajido de Anillaco; a dónde recaló el dinero que salió de la Banelco del gobierno delarruista. La memoria selecciona, es verdad, pero parece que algunos la tienen extremadamente selecta.

Cuando el gobierno de Kirchner quitó la soga al cuello a 40 mil productores agropecuarios, casi fundidos por las políticas neoliberales del menemato, la crisis de De La Rúa y la devaluación de Duhalde, a nadie se le dio por preguntar de dónde venía el dinero para el salvataje; cuando las pocas y privilegiadas empresas exportadoras Bunge, Cargill, Dreyfus, Alfred Toepfer, Monsanto, Nidera... publican sus ganancias exorbitantes y ofensivas, a nadie se le ocurre preguntar hacia qué bolsillos se rumbean.

De cita en cita

Alfredo Zaiat (Página /12) cita a Julio Sevares (Clarín), y nosotros citamos a ambos para agregar un elemento más a la hiperventilada discusión (con mucha consigna y poco argumento) del conflicto campo-gobierno: “Un reciente trabajo de la Cepal da un golpe al narcisismo del campo, que se considera el artífice del crecimiento argentino y de la salvación poscrisis. Según el trabajo “Crisis, recuperación y nuevos dilemas: la economía argentina 2002-2007”, la contribución al crecimiento del PBI fue del 22,6 por ciento en la industria, 17,1 por ciento en el comercio y sólo 3,5 por ciento en el campo en ese período”.

Albañiles y pintores

Un albañil, con el que por ese azar de las coincidencias enhebramos una charla de cola de supermercado nos dijo: “cuando llueve mucho, y los campos se inundan, el sector agropecuario encuentra respaldo por parte del Estado: emergencia o desastre agropecuario desde el punto de vista impositivo, corrimiento de vencimientos en bancos oficiales. Cuando llueve, si sos albañil o pintor, no podés trabajar. Ni el que te contrató, ni el Estrado ni los bancos, ni Dios te dan una mano. Si llueve seguido, comés salteado.

Minoría

Destino que le llaman. Estuvimos en minoría durante la dictadura militar; también nos encontramos en esa condición después de la teoría de los dos demonios de Sábato-Trócolo-Alfonsín; en el mismo lugar nos hallamos cuando aquella Semana Santa de pascuas felices y casa en orden; más solos todavía durante el despojo brutal del menemato que además de rematar al peor postor los bienes que generaciones de argentinos habían producido, instaló una dinámica de la corrupción jamás vista. Y nos sentimos en minoría hoy que acompañamos una medida de gobierno que nos resulta acertada. Algo cambió y algo permanece igual en este derrotero nuestro: esta vez acompañamos, por primera vez, al oficialismo en una política específica. El sector con el cual no estamos en absoluto de acuerdo, es el mismo: los privilegiados de siempre que no quieren ceder ni un céntimo de sus privilegios. Y aquí, se hace necesario distinguir entre los grandes terratenientes, que de ellos hablamos, y los medianos y pequeños productores. No podemos negarle razón a estos últimos, puesto que históricamente no han sido muy tenidos en cuenta por las políticas públicas, y ejemplos concretos son la creciente concentración del campo en pocas manos, y la ausencia de créditos.

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