miércoles, 21 de mayo de 2014

Sherezade

La princesa Sherezade alcanzó fama universal merced a las historias que le contó, según esa maravilla árabe encuadernada en formato de libro, al Rey Shahriar. Sencillito y por las trilladas piedras de la exégesis, retomaremos aquello de que con cada relato, la hija del visir ganaba un día más de vida entreteniendo a la muerte. Un ejercicio no de cura al mal que la aquejaba (el hado maléfico y sangriento del rey), sino de vano placebo coyuntural: la pingüe concesión que le otorgaba la existencia le servía casi exclusivamente para pergeñar un nuevo relato y de ese modo, ganar un nuevo día... para enhebrar un nuevo relato, y así. Una recurrencia sistémica a la invención, como exclusiva salida a su drama. Pero parcial, porque aquello que se aleja de la verdad, no puede aspirar a obtener carácter universal.
Nuestra realidad política parece traernos ecos patéticos de aquellos cuentos formidables y anónimos. Solo que no hay reyes ni princesas, hay una cada vez menos licenciosa corporación mediática con intenciones de mantener su "reinado"; y un gobierno nacional y popular (que no será el mejor que podemos tener, pero acaso es el mejor que hemos tenido) con ganas de extender los dominios de la democracia.
El paralelismo (aviso a la gilada -que cada vez abunda menos, por suerte- que soy tan poco afortunado en la inspiración que tengo que recurrir a los paralelismos  últimamente, de modo que no me lo hagan saber: YA LO SÉ) se da de un modo bastante forzado, pero creo que se da y trataré de explicarlo.
Clarín (lo que esa bosta representa, claro) se hubo jactado siempre que no había gobierno que soportara una semana de tapas en su contra. En esa aseveración había, claro, algo de cierto; porque en tanto dueños de la palabra podían con ella voltear a quienes carecían de ella. Lo hicieron, por supuesto, hasta con la dictadura genocida (remitirse a los diarios del día siguiente de la rendición en Malvinas, y encontrarán que en TAPA Clarín le enrostra los desaparecidos al gobierno, intentando pasar de cómplice a denunciante).
Y, fundamentalmente, lo han hecho CONTRA Cristina. Cada día han inventado una historia para embaucar a sus lectores (ya no sé si son embaucados o cómplices). No obstante, la falta de arte en ellos (superlativa en Sherezade) puesta frente a la inexorable realidad, les ha ido quitando aliento. Peor aún, han superado por escándalo (perdón Pino, por utilizar tu estúpido latiguillo) la cantidad prometida en el título del famoso libro: son más de 1001 tapas en contra. Pero, lamentablemente para Clarín, ya no consigue con eso entretener a la verdad. Entretener, es decir tener entre. ¿Entre qué? Entre mentiras, las que ha multiplicado en todos los medios de que dispone. Otra vez, lo que se aleja de la verdad no puede aspirar a convertirse en categoría universal. Han intentado desviar, divertir a sus contertulios (entre otras acepciones, “divertir” quiere decir verter por lugares distintos, algo así como desdoblar, hacer ir por otro lado), manipular… y hasta hoy no han podido más que con la pobre minoría estadística que los sigue. Cada día se ven constreñidos por la necesidad de elaborar una nueva mentira para ganar un nuevo día…, para utilizarlo en la elaboración de una nueva mentira, y así.
Pero al igual que Sherezade, extienden la agonía. Lo que los hace peligrosos, es que no hacen literatura. Hacen política por todos los medios de que disponen (y pueden acceder a CUALQUIER medio si quieren) para defender sus intereses y los de la minoría que representan.
El anuncio reeleccionista de hoy, los enfrenta descarnadamente a sus propias dificultades. Los acorrala, y habremos de estar atentos porque las fieras acorraladas se tornan más peligrosas.
Afectuosamente
MAG.

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